John Mac Person
El árbol era remecido violentamente por una mano (como la que escribía en la muralla).
Solo una mano.
El árbol despedía cenizas que caían profusamente y la tierra quedaba devastada.
Mi abuela miraba y hasta donde sus ojos podían ver todo era ceniza.
Y una voz fuerte como un trueno gritaba:
“Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.”
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