
Asaltan tu casa.
Le roban a tu hermano.
Ponen un cuchillo en tu cuello y saquean tus pertenencias.
Te ofenden con obscenidades.
Difaman tu nombre.
Todo eso y más es parte de la fragilidad con que nos movemos en especial en las grandes ciudades, donde pareciera somos cada vez más vulnerables.
Días de duelo.
Tiempos de ira.
Desarrollo de rencores.
Capas de amargura empiezan a cubrirnos como vestidos adherentes.
Sangramos por las narices, la cabeza parece estallar, se nos duermen las piernas, sentimos pasiones bárbaras y tendencias asesinas.
Culpa, culpa, culpa.
Contrario a eso algunos científicos sostienen que el perdón es un valioso antídoto contra las enfermedades modernas.
Quizás por esa razón somos una sociedad enferma.
¿Has caminado por las calles de Santiago?
En toda esquina que reúna un poco de gente hay una farmacia.
Estamos invadidos de toda clase de remedios para las enfermedades más inverosímiles.
Perdonar es una decisión de la voluntad.
Una de las mejores terapias preventivas para la salud.
Perdonar es un acto de fe, una semilla de prosperidad que se desarrollará en el tiempo.
¿Quebrar la ley natural de retribución?
¿Por qué deberíamos remitir una pena y despojarnos del derecho a la reparación?
(la foto gracias a la Agencia AFP)