24.6.06

Plaza de Armas

“Uno no escoge el país donde nace;
pero ama el país donde ha nacido.”
(Gioconda Belli)



Toda ciudad que se valore debe tener una Plaza de Armas.

A lo largo de Chile hay de todos los portes y para todos los gustos. Cada alcalde electo tiene una fijación con este espacio público, lo esgrime como una magna obra hacia la posteridad, cambiando a destajo la ornamentación, las estatuas, los asientos o las fuentes de agua. Luego viene el siguiente y así sucesivamente, ad eternum.

La Plaza de Armas de Santiago acoge al visitante sin discriminar; bancos de madera noble, jugadores de ajedrez, músicos buscando trabajo, escolares esquivando clases, predicadores fogosos. Las palmeras le dan un aire medio tropical que no le acomoda, pero en fin, algún criterio alcaldicio. Los espectaculares atardeceres entre los altos edificios, justifican todo ocio. Sentados junto a ancianos que dan de comer a las palomas, esperamos que el sol vaya cayendo leve y grácil, en un espacio de tiempo que apenas percibimos. Él y yo, sentados sin prisa, estamos ahí, intuyendo un momento eterno.

Recuerdo la Plaza de Los Ángeles, con sus estatuas de las 4 estaciones y sus enormes tilos. Por las tardes las chicas paseaban hacia un lado y los muchachos hacia al contrario, mirándose de reojo y sonrojándose. A veces la música repletaba los espacios; a veces las madres vigilaban las miradas.

Toda plaza merece una fotografía, un cuadro, una pintura, un recuerdo. ¿Quién no guarda en su archivo personal una imagen detenida de un momento feliz? Como éste, cuando la tarde lenta y parsimoniosa nos abandona, nos deslumbra, nos inmoviliza, como un detalle perfecto.

Por qué se llama así puedes verlo en esta dirección.

La fotografía gracias a: david board.

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