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Me siguen gustando los sombreros.



Alguna vez dije que me gustaban los sombreros.
Pamelas, dicen en otros países.
Gorrito, les llaman en el Sur.
Capucha, boina, cucurucho, bonete, panama, turbante, como sea, no podemos desconocer la creatividad y belleza de estos que nos regala Ascot.

He descubierto que tengo algunas preferencias permanentes, Borges, Cortázar, Alex Rodríguez, Libro de Notas y...los sombreros, sobre mi cabeza o en otras, me da igual. Proporcionan una especie de felicidad.




Los fotografías gracias a: Alessia Pierdomenico, para Reuters.

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Temuco.

Dije que empezaría por el principio. Cuando todavía lloras lágrimas sin estrenar el corazón. Y empecé a escribir sobre mi abuela Juanita, una mujer extraordinaria, mujer de coraje, de fe; he conocido pocas de esa calidad. Indudablemente, no tengo ni un mérito al referirme a ella, mas bien una especie de asombro de haberla conocido. Sin embargo, debo confesarlo, me cuesta recordar el pasado. Es tan precioso este presente, tan exuberante, tan…casi no tengo calificativos para definirlo con precisión. Me gusta este tiempo. La eternidad de este momento, mientras, sentada frente al PC escribo y trato de recordar y pienso en ti, imagino un rostro, una mano moviendo el mouse, unos ojos leyendo estas letras. ¿Hay algo más fantástico que encontrarse con lector@s (para una escritora rudimentaria como yo) en un punto del universo y tener una conjunción de pensamiento? Tal vez eso suceda cuando ni siquiera esté viva. Esta noche ha llovido. Hay en el aire una frescura nue