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Mostrando las entradas de mayo 1, 2006

Cuenteros.

Oh, sí, recuerdo con nitidez las noches que nos acomodábamos a la orilla del brasero para oír las espeluznantes historias de aparecidos, de oscuros pactos donde el alma era la mejor moneda y, tiritando de miedo, nos apretujábamos unos a otros casi esperando que cantara un tue tué o pasara al galope un caballo negro montado por una negra figura. Las mañanas eran también las noches; el sol poseía un brillo más dorado porque la noche era fantástica y dramática; el día era placentero porque la oscuridad se esperada con emoción. Años después vine a leer aquellos versos de León Felipe: "Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan sólo lo que he visto. Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos del hombre los entierran con cuentos, y que el miedo del hombre... Yo sé muy pocas cosas, es verdad, pero me han dormido con todos los cuentos... y sé todos l