Hace algunos días se celebró el Día Internacional del Libro (abril 23), respaldando esa costumbre ya incorporada hace años en nuestro medio de celebrar cuanto día se nos ponga por delante, pretexto para divertirnos un rato y salir de la aburrida rutina , incluidos el Día de la madre, padre, niño, patria, perro, abuelos, etc. (Podíamos inventar un día del blogger ¿no?) Ese día del libro me acordé con nitidez de J., un amigo que me llevó al borde del delito, cuando era yo apenas una muchacha sin tino ni ambición, aunque no digamos que he progresado mucho respecto de esas deficiencias, solo se va adicionando años al cuerpo.
Un día me llevó a sus correrías. Usaba un abrigo largo, amplio, color gris, con unos enormes bolsillos interiores. Adivinen para qué. Un día un libro por aquí, otro día por allá, su biblioteca era digna de un magnate. Ni siquiera permitía que se hojeara alguno de aquellos ejemplares raros, antiguos y bellos, conservados con el cuidado de una madre por un bebé recién nacido.
Podría definirse como bibliófilo, tal cual describe Humberto Eco esta manía:
Algunos le llaman "el mal de Gutenberg", como una enfermedad peligrosa.
¿Cómo podrá curarse mi amigo J.?
la foto de: people04.albion.edu
la Palabra: "Bienaventurado el que lee" (Apocalipsis 1:3)