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Bendita mi infancia.

Ewa Zadlo.


Muchas diferencias de opinión sostuve con mi madre.

En ocasiones la disciplina aplicada era bastante dura y hasta humillante.

Todavía no se inventaba (o no se publicitaba) esto de los derechos del niño, así es que más de alguna cuchara de palo esquivé con soltura de torero. Aclaro que no tengo ni medio trauma por eso. Menos por el chicote (cinco correas de cuero atadas a un listón a modo de fusta), invento de mi abuela que quiso aplicarse a mis inocentes glúteos y que terminó sus días sin uso, directo en las aguas del Quilque, pequeño río que circulaba por el centro de la ciudad.

No puedo decir “no fui feliz”. Mi madre me regaló, entre tantas bendiciones, la poesía.

“Cada uno de nosotros lleva un río
como el sonido más puro de su infancia.
Canción de cuna trasmitida de padres a hijos,
de árboles a pájaros, de cielos a tierras.” (Efraín Barquero)

Entre paréntesis, Barquero, dicen, tú sabes, los comentarios, que es candidato directo al Nacional de Literatura. Bien por él.

Mi madre le peleó a la vida un espacio de alegría y protección para su niña; arañó la tierra y le extrajo los frutos que luego colocaría en la mesa para saborearlos juntas, nunca antes de una oración de acción de gracias.

Escucho pasar los niños de regreso a sus hogares.

Tal vez allí no espere la madre o el padre; o tal vez no.

Con esto de madres y padres bregando por un buen salario, los pagos de cuentas, cada vez más alto el costo de los insumos, en fin. Quizás cada niño o niña deba acostumbrarse a recalentar su colación en el micro hondas y cenar acompañados de la tv. Luego en su cuarto oirán un poco de música, escribirán algún mail o ingresarán al MSN. Solitarios, viviendo compañías virtuales y amigos lejanos.

Termino con Barquero

“Oh mi río atardecido,
vuelvo a encontrar tus ciudades sumergidas:
el reflejo de los árboles como inmensas torres,
el fulgor de los peces como lámparas trémulas,
la sombra del crepúsculo
como una ciudad pintada para una fiesta,
el grito de los pájaros marinos
como la voz de tus antiguos ahogados.
Vuelvo a llamar en tu país sumergido,
después de tanto tiempo,
y por una de sus calles me encamino.”

¿Quién dice que la poesía no puede salvar de la precariedad en que vivimos?

¿Quién se atrevería a quitárnosla?

Comentarios

AleMamá dijo…
¡Que me gusta lo que escribes y describes! Pensamos tan similarmente que me parece increíble "oir de tu pluma"algunos de MIS pensmientos. En parte es por nuestra visión cristiana comprometida aunque no seamos de la misma religión, creo yo, y en parte, sospecho, que por ser próximas en edad aunque en la web casi la edad no existe.

¡Te leo con gusto y te tengo enlazada y te sigo en mis bloglines!

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